Por Romi Lambert.
Amazonas para mí fue una experiencia hermosa. Fue el primer viaje sola (sin amigos/familia) a un lugar donde por 5 días estaría desconectada del mundo. Al inicio iba con ansiedad por todo, ¿ cómo sería el lugar? ¿Cómo serán las personas del grupo, de la agencia? ¿Voy a pasarlo bien o será un desastre?
Primero a destacar: Salvaje Travel es una agencia que se preocupa por dar un servicio cálido y preocupado de los detalles. Contestan a cada duda que uno pueda tener, bajan los niveles de ansiedad y cuidan de que uno viaje segura en todo momento. Las guías de la agencia y los del lugar son personas cálidas y alegres, te dan la confianza de lanzarte a la aventura y vivir la experiencia al máximo. Mil gracias a cada una (Gaby, Tere, Clarita y Romi).
Esta aventura parte en Iquitos, lugar que todavía conserva parte de la belleza del pasado con el desarrollo del presente. En la mañana conocimos a Willy, quien se convertiría en parte esencial de esta experiencia, conocedor del lugar, hombre trabajador, humilde, buen oyente de las historias que uno contaba, de risa fácil y místico (Willy es chamán).
Willy nos llevó al Mercado Belén, donde se pudo ver cómo es en verdad el día a día de las personas que viven allá, destaca entre todo que hasta el día de hoy se mantiene la relación y el respeto a la medicina ancestral y todos son conocedores de las hierbas, raíces y otro en su uso (como los beneficios de la grasa de boa en las heridas, picaduras, hoy en día soy fiel creyente).
Posteriormente fuimos a navegar para conocer a la comunidad Yagüa, en este lugar vivimos parte de las ceremonias, cantos y bailes de este asentamiento, nos enseñaron a cazar con cerbatana y pudimos comprar parte de sus artesanías. Pasamos al centro de rescate de animales, donde vimos mariposas bellas y muchos animales que no podían ser reinsertados en la selva, un lugar lleno de vida y que vale la pena conocer.
Viajamos la casa de Willy, un lodge que construyó con mucho esfuerzo y hoy en día es visitado por turistas, nos invitó a almorzar con una hermosa vista del Río, pudimos recorrer y descansar antes de ir a la Isla de los monos.
En la isla tuvimos que entrar por el acceso más lejano y caminar por medio de una selva rica en olores, texturas y color, si bien la lluvia nos provocó esto, se agradece, ya que pudimos apreciar más de ese hermoso lugar; al llegar nos hicieron una charla de cómo debíamos actuar con los monos, de seguridad y de lavado de manos (la idea es ir sin un químico que pueda afectarlos). Muchos de estos monos fueron rescatados del comercio ilegal de animales y de la venta en mercados, algunos fueron entrenados para robar a turistas y eran usados para el beneficio de las personas que eran sus dueños. Acá pudimos compartir y aprender de ellos, muchos eran sociables y permitían que los tomáramos en brazos, otros nos miraban de lejos, pero lo rescatable es que en este lugar están cuidados y seguros de malas personas.
Al día siguiente nos toca viajar a la selva, muy temprano nos levantamos para tomar el bus a Nanai, luego de más menos 3 horas de viaje llegamos al lugar. Pudimos comprar cosas en el mercado para llevarle a los niños de la comunidad y también para cada uno.
Nos embarcamos en el bote y navegamos durante muchas horas, entre conversaciones nos fuimos conociendo entre los que formábamos el grupo, muchas historias diferentes, pero un mismo sentimiento: nos lanzamos a la aventura sin mirar atrás. Fue un tiempo en el cual se pudo dormir, pensar, meditar o simplemente contemplar el paisaje. De los recuerdos más disfrutados está el sabor de la piña que se compró en un pueblo durante el camino, un sabor dulce y fresco que llegaba a lo más profundo del corazón, solo con ganas de comer más.
Al llegar a destino ya era de noche, Willy encendió una pequeña fogata y realizó un ritual para pedir permiso a la selva y que nos aceptara como visita, nos explicó que también es para que los malos espíritus se mantuvieran alejados. Con nuestras velas en mano observamos cada paso y nos empapamos de las energías del lugar. Más avanzado comenzó la presentación oficial de cada uno donde contamos los motivos del viaje, que nos llevó a elegir un destino tan extremo y alejado de las comodidades de los hoteles y las ciudades, fue un momento mágico, ya que cuando cada uno hablaba el humo de la fogata comenzaba a envolverte, al cambiar de persona este volvía a cambiar. La cena fue la comida más esperada del día, y posterior a eso a dormir, pero el calor y la humedad nos mantenían a todos despiertos y rogando porque refrescara, al parecer la selva escuchó nuestros lamentos silenciosos y nos mandó una lluvia torrencial, que en un principio pensamos que nada malo podría pasar pero que al cabo de minutos nos hizo salir de las carpas para evaluar la situación, y menos mal porque la lluvia se estaba acumulando en las lonas del techo del campamento con peligro de que el peso hiciera colapsar la estructura, trabajamos en equipo moviendo las carpas y levantamos, todo para nuestra seguridad, disfrutamos bajo una lluvia tibia que todo refrescó un poco, y nos dimos cuenta a posterior que todos estábamos en ropa interior o pijamas bajo la lluvia. Una situación que sacó lo mejor de nosotros, nos hizo perder la vergüenza y entrar en confianza rápidamente.
Los días siguieron con el que yo llamo “horario Tere”, nos levantábamos temprano para poder hacer todas las actividades programadas que incluían caminatas diurnas y nocturnas en la selva, navegación por el río, ver amaneceres y atardeceres hermosos, visitas a playas de rio, y mucho aprendizaje por parte de nuestros guías locales (entre medicina ancestral, leyendas e historias de la zona). También observamos una diversidad de animales hermosos, y aprendimos más de su comportamiento y vida en la selva, las relaciones entre ellos y cómo ayudaban con su existencia a la biodiversidad de la selva. Con el paso de los días las relaciones con las personas del grupo se fueron estrechando, las conversaciones se hicieron más profundas y pudimos conocer aquello que estaba en lo más profundo de los corazones de cada uno. Llegamos a un punto en que compartíamos las cosas y cuidábamos de cada uno. El preguntar cómo estabas ya no era cortesía, si no que verdadero interés porque sabíamos que la pregunta iba más profundo.
Lejos lo que más me impresionó fue el lugar, un sitio mágico que nos brindó su cuidado y toda su belleza en cada actividad, el estar lejos y no tener señal nos hizo disfrutar a conciencia cada segundo y empaparnos de una vibra especial. Los baños en el río eran momentos en que volvíamos a ser niños, saltábamos, nadábamos y reíamos, jugábamos en los árboles y con las lianas nos creíamos monos.
Pasaron los días en medio de la selva y nos acercábamosal fin del viaje con una navegación a la comunidad de San Martín de Tipishca, lugar donde la agencia cuenta con un proyecto social con los niños. Al llegar conocimos casa lupuna, un lugar hermoso con una visual de la selva y el río asombrosa. Por la tarde compartimos con la comunidad y caminamos por el lugar, con los niños recogimos basura y ellos nos contaron lo que aprenden en la escuela para la conservación de la selva amazónica, una escuela de pocos recursos pero que hace una labor hermosa con los niños enseñándoles del respeto y la importancia del cuidado del medioambiente. San Martín es un lugar hermoso, en donde la avenida principal está plagada de árboles de mango, plátano y cocos. En los alrededores se cuenta con plantaciones de yuca, maíz, piña y otrosfrutos que son la base de su alimentación. Nos explicaban que en caso de necesitar un médico o una emergencia, estaban a 3 horas de navegación de la posta más cercana, no había servicio médico ni tampoco acceso a comprar fácilmente herramientas o materiales. Y si bien era una comunidad que vivía simplemente, se sentía en el ambiente que se puede hacer algo para ayudarlos a que estén mejor y siempre respetando sus creencias.
Esa última noche fue especial, un cielo abierto lleno de estrellas, una fogata y los recuerdos más bellos y profundos que la selva nos pudo entregar, esa última noche confiamos en nosotros, nos cuidamos y nos entregamos amor del más puro. Llegó en amanecer donde nos embarcaríamos de regreso a la realidad, nos tocó despedirnos de aquellos que nos acompañaron en el viaje, que fue nuestra familia en la selva; navegamos por muchas horas para volver a Nauta, dormimos todo el camino en nuestras hamacas y solo comíamos, conversábamos bajito y nos mirábamos rememorando lo vivido. Finalizamos el viaje llegando al hotel donde nos separaríamos de nuestros guías, nos aseamos y cenamos juntos, compartimos las últimas risas del viaje. Al día siguiente Tere y Clara viajaron temprano a su próximo destino, con parte del grupo nos fuimos a visitar el CREA (centro de rescate de animales amazónicos) donde conocimos la labor que realizan en el rescate de manatíes y otras especies. Quedaban horas para tomar el vuelo de regreso a Santiago, y en el grupo ya había aires de nostalgia. Un regreso tranquilo, despedidas en el aeropuerto con mucho cariño y desde lo más profundo del corazón.
Testimonio de Romi: Hoy a meses del viaje a Amazonas, puedo decir que la selva me entregó conocimiento sobre mí, valor para arriesgar más y buscar aquello que me hace feliz. Me regaló un grupo nuevo de amigos y 2 hermanas de la selva, las cuales adoro con mi alma y que son almas viajeras como yo. Al día de hoy seguimos juntándonos y compartiendo nuestra vida, tenemos un grupo llamado “los Camu-camu” y no pasa mucho tiempo entre que conversamos y nos reímos con nuestras historias (nota: el nombre se lo debemos a los Camu-camu soul que tomamos en Iquitos). No pasó mucho tiempo del regreso y volví a planificar otra aventura con Tere y Clara, pero eso es parte de otra historia.
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